viernes, 25 de febrero de 2022

Mi quijote belga

 

Histoire de l’admirable don Quichotte de la Manche

 

            La segunda etapa de este circuito por las costas atlánticas en busca de ‘Mis Quijotes’no cambia mucho de paisaje, aunque al sur de Holanda uno se topa con una realidad social diferente donde la homogeneidad ha quedado diluida en un mundo diverso. Esto es algo que inevitablemente ha tenido un impacto en los embrollos de mi búsqueda, así como en las impresiones que me han proporcionado los Quijotes encontrados.

            Bélgica, el País Bajo más meridional, es un estado sin lengua propia. Recoge en él tres tradiciones lingüísticas, el francés en el sur, el neerlandés en su variante valona en el norte y el alemán en el este. Los protestantes al norte, los católicos en el sur. Es pues un país fronterizo, un mundo de fricción en donde la supervivencia se ha de basar,dentro del cruce de identidades, en el diálogo intercultural e interreligioso. 

            Al no existir una lengua belga propiamente dicha, en mi búsqueda de un Quijote de aquel lugar lo que encontré en una primera instancia fue un estudio comparativo del insigne caballero con el periodista belga más famoso, Tintín[1]. Una aproximación ciertamente curiosa entre dos personajes circunspectos luchando contra el mal, cada uno con su forma y destino. El manchego aprendiendo de fracasos, el belga impertérrito e inexpugnable como uno de los primeros y más famosos héroes el siglo XX, con su identidad bien definida, e indeleble. Al mismo tiempo, como explica J.M. Soldevila en su libro, quedan claras las similitudes entre ambos, Tintín y el Quijote, lo que hace que resulten sobrepuestos los límites entre ellos. Igual ocurre entre la ficción y la realidad, o entre las ficciones mismas entre sí, sean tintinescas o quijotescas; existen terrenos ambiguos, fronterizos, entre las distintas naturalezas encaradas. Siguiendo mi camino tropecé con un Quijote de Avellaneda[2]traducido al francés y editado los primeros años en que Bélgica asentaba su independencia como Estado, allá por las décadas cuarenta y cincuenta del siglo diecinueve en plena efervescencia romántica. Me pareció que esta coincidencia podría dar algún destello, alguna luz que iluminase este hecho fronterizo al que me enfrentaba, que es el juego de los límites donde se dirime de manera muy especial el vínculo vago entre la realidad y la ficción, lo verdadero y lo mixtificado cuando no falso ya de entrada, la literatura frente al registro yermo de datos objetivos, o la vida cotidiana contaminada –quizá habría que decir ya infectada–, por las redes sociales. De todas maneras, el Quijote de Avellaneda no era mi objetivo. Así que seguí investigando. No sin dificultades, obtuve el catálogo de la exposición que se realizó en Bruselas en el año 2005[3]. Se conmemoraba el cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote. Una exposición sobre la presencia del Quijote en Bélgica. ¡Lo que necesitaba! Bélgica, los Países Bajos Meridionales, fue la cuna de las primeras ediciones del Quijote fuera de la península ibérica, todavía en vida del propio Cervantes, algo que él mismo cita en la segunda parte del Quijote, aunque con alguna inexactitud. Estaban allí los datos que precisaba. ¡Por fin! Continué, pues, mi búsqueda exhaustiva de algún ejemplar que necesariamente debería ser antiguo ya que entrado el siglo XIX la tradición de publicar allí el texto cervantino se había extinguido. Amberes, Lieja, Bruselas son ciudades que albergaron editoriales de manufacturas exquisitas, que editaban principalmente en francés y buscaban altos estándares de calidad en su labor editorial. El libro, como elemento en sí mismo, había adquirido ya por esos tiempos un alto valor como objeto; la textura del papel, la letra impresa, la encuadernación, los gravados. Un trabajo de múltiples profesionales, artesanos, para obtener un producto de alta calidad como los seis libros que constituyen la edición del Quijote que finalmente encontré y adquirí. Editados por la famosa librería Bassonpierrede Lieja en 1757[4], hace casi trescientos años, he asumido ahora la responsabilidad de custodiarlos adecuadamente en mi biblioteca.

 




Nunca he tenido unos libros tan antiguos. Es una sensación extraña, nueva para mí. Llegaron desde una librería en Toulouse, empaquetados con esmero, lo propio cuando entre las manos hay algo que merece un cuidado especial. ¿Cuántos propietarios habrán tenido en todos estos años? Es conocido el primero, el que dejó su ex librisbien adherido en cada uno de los volúmenes y que los depositó en la biblioteca de su castillo cerca de la ciudad de Pau. Pierre-Clément de LAUSSAT[5]que nació en este lugar en 1756 y murió en el mismo en 1835 después de haber sido el último gobernador de Louisiana, los debió tener en sus manos varias veces, al menos para ver los treinta y un grabados[6]que ilustran el texto. 

 

Pierre-Clément de Laussat

 

Están los volúmenes etiquetados con los números 1579 al 1584, así es que la biblioteca habría sido espléndida. Allí debieron esperar todos los años que estuvo ausente en Louisiana y después en las Antillas como alto funcionario del Rey, para recibirle a su vuelta y acompañarle en el castillo durante los últimos veinticinco años de su vida. Los libros están tan bien conservados que con toda probabilidad no han sufrido muchos traslados, es decir, que buena parte de esos casi trescientos años se los han pasado en el anaquel que les dio cobijo recién llegados. No parece que hayan sido leídos salvo por una carcoma que dejó un túnel de perfecta hechura circunferencial comiéndose varias letras en su recorrido transversal de unas cuantas páginas de uno de los volúmenes. Un viaje, seguro, que le debió originar un placer literario sin parangón a una carcoma.

 

 



 

Alguien se tomó la molestia de escribir con tinta sepia el origen de la traducción[7]. Había sido una de las primeras que se hizo a la lengua gala y lo hizo según los cánones de la época, es decir, ajustando el texto al gusto de los posibles lectores, algo, que hoy día, solo es admisible para las ediciones infantiles. Pero los tiempos eran los tiempos. ¿Qué descendiente Laussat vendió la biblioteca? ¿Quién la compró? Miro los libros y me pregunto ¿cómo eran esas personas que antes que yo tocaron, olieron, abrieron cada uno de esos seis volúmenes? Me une a ellos el aprecio por el libro, por el Quijote, por el coleccionismo. Miro esos volúmenes y no obtengo más datos de esos hombre y mujeres que me precedieron; no han dejado más señales en sus páginas. Sin embargo, sé que estuvieron ahí. De algún modo los adivino, están todos presentes, desde los que los hicieron posibles como objetos, así como los que los conservaron hasta el día de hoy. Me recuerda una vez más que no estamos solos. Tengo la seguridad de que más allá de mi habrá alguien que también los cobijará, los hará suyos, alguien que me dejará como un eslabón más de una cadena de hombres y mujeres de sintonías análogas. En un mundo diverso, como el belga donde se rompen las fronteras, estas personas compartirán parte de mi yo, eso tan indefinible que solo el Quijote supo asegurar de él mismo: ‘Yo sé quién soy’. Por eso, quizá, al resto de los mortales, esos de identidades borrosas, antiheroicas, nos produce tanta admiración. Nosotros, perdidos entre tanta bruma, solo tenemos una vaga idea de quiénes somos. Quizá también, por alguna razón semejante, o emoción no explicable, me guste coleccionar Quijotes. 

 

 



[1]Soldevila, JM: Del Quijote a Tintín. Relaciones insospechadas entre un libro de ‘burlas’ y un tebeo ‘infantil’ Ed Cal.ligraf Figueres 2020

[2]Don Quichotte de Avellaneda, Ed. Didier Librairie. Paris 1853

[3]Don Quijote en Bélgica. Ed. Instituto Cervantes, 2005

[4]Histoire de l’Admirable Don Quichotte de la Manche. Ed. J.F. Bassompierre, Liége, 1775

[5]Laussant, P.C: Mémoires sur ma vie, a mon Fils. Ed. E.Vignancour, Pau 1831

[6]Grabados de Michel Eben de Frankfort   


 

 


[7]Traducción de François FILLEAU DE SAINT-MARTIN (1632-1691),

 

Enric, Enero 2022

martes, 14 de julio de 2020

Mi Quijote Letón

ATJAUTIGAIS IDALGO LA MANCAS DONS KICHOTS


Se trata de dos volúmenes de gran tamaño. Fue mi segundo Quijote. Debía ser el año 2009 cuando lo encontré escondido y sucio bajo un montón de libros apiñados, alborotados. Por esos tiempos solía pasar buenos ratos hurgando por la librería Cervantes de la calle Canuda, al lado del Ateneu de Barcelona. Todavía no tenía conformada en mí la idea de realizar una colección de Quijotes en distintas lenguas, pero fue esta segunda adquisición la que consolidó esta afición. Ahora, lamentablemente la librería Canuda, con sus libros y cuadros, ya no existe. Su fondo editorial fue a parar a la librería El Siglo del Mercantic de Sant Cugat, donde, asiduamente sigo hurgando.




Estos dos volúmenes, editados en Riga en 1956 sobre una traducción de la poetisa Mirdza Kempe abundan en grabados, sobre todo de Pisan y alguno de Doré.  Kempe fue una literata interesada en las cuestiones cotidianas y en la política, con un espíritu patriótico soviético de ese que promulgaba la amistad entre los pueblos y el internacionalismo. Tradujo al letón múltiples obras en distintas lenguas, aunque del español solo el Quijote. Seguramente sobre la mesa debió tener otras traducciones aparte de la edición del Quijote de 1931-1935 en Madrid. Llama la atención que alguien traduzca una obra de carácter universal desde un idioma poco conocido para él. En todo caso, demuestra unas habilidades extraordinarias con las lenguas. Por otro lado, hasta qué punto haya podido influir un espíritu sovietizante en la traducción es algo que solo una atenta lectura del texto podría desvelar. Algo que está lejos de mis posibilidades. Algún letón podrá contestar en este sentido qué es lo que se haya podido infiltrar entre las rendijas de las palabras. 



Riga fue el escenario del suicidio de Ángel Ganivet que con tan solo treinta y dos años puso final a una vida de pensamiento idealista. La frustración, la sensación de fracaso y la melancolía son los ingredientes necesarios para desear que la vida del cuerpo finalice y el alma, liberada, alcance la expansión anhelada. Algo que el propio Sancho Panza no podía comprender cuando le dijo a su Don Quijote moribundo, ya transformado de nuevo en Alfonso Quijano:  'porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía'. Pero el nuevo y cuerdo Alfonso Quijano –transformado irreversiblemente por su historia quijotesca, vivida de una irreductible voluntad, así como de los ideales y valores a los que solo se sirve con sacrificios–, ahora se deja deslizar libre y voluntariamente por la pendiente de la melancolía, esa que lleva al nirvana, a la no acción, a la asunción que las ideas no pueden sustituir al pulso vital. También estuvo en boca de Sancho: 'que si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo'; caso en el que cabría puntualizar de un sí mismo de vacuidad, un sí mismo de reconocimiento del fracaso al que toda vida humana está abocada. A esta última creencia, algunos la han llamado sabiduría, otros antesala de la salvación.


domingo, 5 de julio de 2020

Mi Quijote Lituano

Ismoningasis hidalgas Don Kitchotas is La Mancos






Es un pequeño librito de un resumen del Quijote. No es la traducción completa que no la tengo, la que hizo Pulgis Andriusis (1) en 1942 bajo la ocupación nazi, pero tiene un interés especial, a parte de que la traducción y selección es de él. Se editó en Nördlingen en 1948 en la Alemania ocupada por otras fuerzas militares, en este caso por las de los EE.UU. Extendieron un permiso especial para autorizar esta edición como consta en su tercera página. En la ciudad de Eutin del estado federal de Schleswig-Holstein un tal Gerardas de apellido lituano Juskenas lo selló. Son 128 paginas de color tabaco rubio, con grabados de Doré, Medyje y Pisano.

Un quijote en lituano, editado lejos de Lituania y que probablemente nunca ha pisado su tierra, es una clara referencia a la historia de este país, mil veces invadido y ocupado. Tropas rusas, alemanas, napoleónicas cruzaron sus fronteras, saquearon sus granjas, impusieron su terror. La historia ha sido para Lituania durante muchos años un camino paralelo al de Polonia cuando no el mismo. Participó del gran exilio de 1840 durante la ocupación rusa. Destaca de este episodio la deportación de decenas de jóvenes nacionalistas desterrados a Siberia cuyo único pecado fue su asociación bajo una idea, en este caso nacionalista. Encadenados, rapados, cruzaron la plaza de Vilna hacia los carros que los debían transportar como ganado hacia las tierras del frío (2). A su alrededor, en un silencio aterrador solo cortado por los sollozos, se acumularon familiares, amigos y vecinos que los vieron marchar para no volver a verlos nunca más. Así de dolorosa ha sido y es la vida de los pueblos ocupados. así de trágica es la experiencia de Cervantes cuando a través de su Caballero intenta desfacer el cruel entuerto en la figura de la liberación de los galeotes, porque ningún hombre debería ser encadenado por sus ideas, privado de la libertad. No es casualidad que uno de los capítulos más extenso de este resumen sea la aventura de los galeotes.
Por eso era tan importante editar el Quijote en lituano en 1948 aunque fuera en el exilio, o quizá por ello todavía con más razón; en la distancia para acortarla.

A día de hoy, sino hay noticia nueva, existe una única escultura del Quijote en los países bálticos. Está en la ciudad de Panevezys y su autor es Henrikas Orakauskas. En la escultura, de más de 2 metros de altura, Don Quijote sostiene una lanza alrededor de la cual vuelan mariposas de cristal de variopintos colores, una alegoría a la libertad que no es más que el reconocimiento a la diversidad. 



1. Carmen Caro. Don Quijote en Lituania. Adistacia. Cuaderno de cultura.
2. Ana León Manzanero: El drama romántico polaco. Ed Mirabel, Pontevedra, 2006

martes, 16 de junio de 2020

Mi Quijote polaco

Przemyslny szlachcic Don Kichote z Manczy

Hasta que la amistad fragua, la mutua sintonía puede haber recorrido vericuetos inimaginables. Eso es lo que pasó con mis amigos polacos (1). Culturas distintas, edades diferentes, historias todavía menos semejantes. Y sin embargo, compartimos mesa dos o tres veces al año desde hace ya más de diez. Ellos me regalaron su Quijote en polaco; dos tomos de facturación propia del socialismo real de los años setenta, traducción de L. Czerny y Z. Czerny (1955).




Letra concentrada, mínimos espacios vacíos y ausencia de cualquier elemento que pudiera ser entendido como superfluo o lujoso. Evidentemente, ningún dibujo, foto o grabado. Las tapas, recias, con un simple dibujo de sombra chinesca con el caballero y su escudero. Tan solo una nota de color, un punto de libro que se dejaron, una etiqueta del vino italiano Lambrusco.



Si se me hace difícil relacionar este vino fresco con la historia del Quijote, no lo es con la generosidad de los espirituosos que riegan nuestras cenas. De la última salió un comentario sobre los médicos, sobre los médicos en el gueto de Varsovia. Una semana más tarde recibí el libro Ganarle a Dios de Hanna Krall (1977) sobre la vida del reconocido cardiólogo el Dr. Marek Edelman, último sobreviviente del gueto que vio pasar por delante de él a diez mil personas diarias durante semanas dirección a los campos de exterminio.


     
Fueron más de ciento cincuenta años los que Polonia estuvo ocupada por por rusos, prusianos y austrohúngaros. Sus revoluciones solo fueron seguidas de fracasos, uno detrás de otro, y tan solo después de la Primera Guerra Mundial volvió a existir Polonia sobre el mapa de las naciones. Durante este periodo, el Quijote fue un referente romántico, el héroe lleno de valores que sucumbe y se levanta una y otra vez a la espera del momento estelar de un renacimiento definitivo, mesiánico, libre ya de cualquier opresión. Desde su primera traducción desde el francés por el conde F. Podoski en 1781, el Quijote fue espejo de héroes polacos como el Konrad de Los Antepasados de Mickiewicz (1832):   ...que es un hombre que cae, y más de una vez... fracasa como visionario, como poeta que se rebela contra el orden del mundo y como cristiano... Sin embargo, en ningún momento pierde definitivamente...(2)

Desconozco si el Quijote anduvo por el gueto de Varsovia como sí estuvo presente en el campo de concentración de judíos de Theresienstadt. Pero, me pregunto si él, o Alonso Quijano, o el mismo Cervantes hubiesen apoyado al Dr. Edelman para ganarle a Dios. Me inclino a pensar que los tres juntos, soslayando a la Inquisición, hubiesen estado al lado del Dr Edelman en su febril actividad médica, –porque 'cuando uno conoce tan bien la muerte, se siente responsable de la vida'–, aunque esto hubiese significado que el Dios que habría perdido se extraviase.
Quizá por eso, ahora es tanto más difícil encontrarlo.


1.  Dedicado a Barbara y Wodeck
 2. Ana León Manzanero: El drama romántico polaco. Ed Mirabel, Pontevedra, 2006




porque '

lunes, 1 de junio de 2020

Mi Quijote danés

Den Sindrige Herremand Don Quixote af Manchas Levned og Bedrifter











i Quijote danés, publicado en Copenhague en 1926, está lujosamente editado en piel, adornado con letras capitulares y ornamentaciones elegantes. Le acompañan numerosas reproducciones de dibujos del académico danés Wilhelm Marstrand (1810-1873) y del romano Bartolomeo Pinelli (1781-1835). La traducción es de Dorotea Biehl (1731-1788), una literata que se hizo a sí misma contra todas las limitaciones impuestas por sus padres. Aprendió varios idiomas con la solvencia suficiente como para hacer una traducción del Quijote que ha sido la referente en Dinamarca durante dos siglos. Pinelli dibujó a Roma en todas sus versiones en miles de registros y murió pobre y no reconocido. Contrariamente, Marstrand fue un prestigioso pintor en la capital danesa que ocupó los cargos académicos más altos. Ahora, ambos coinciden entre las páginas de este Quijote.







El ser o no ser del Quijote en Dinamarca.


-Ya te he dicho, Sancho, que no te dé eso cuidado alguno; que, cuando faltare
ínsula, ahí está el reino de Dinamarca o el de Sobradisa, que te vendrán como
anillo al dedo; (Cap X 1ªP)


El Reino de Dinamarca pertenece al imaginario del Quijote, equiparable al reino ilusorio de Sobradisa, un mundo, pues, fantástico, propio para que Sancho pudiese verter sobre él toda su sensata gobernanza. 
Dinamarca es un país lejano, un lugar marcado por lo desconocido, lo recóndito, por la distancia; metáfora de la separación que existe entre el ser que pregunta y el ser que hace posible que emerja la interpelación. La respuesta que da el Quijote es que lo es en cada uno de sus desenvolvimientos, de forma contundente, sin vacilaciones ni fisuras; por ello sus aventuras no acaban en tragedia sino en un refuerzo de su condición con independencia de las consecuencias que se hubieren producido. Al Príncipe Hamlet no le ocurre algo así, al contrario, no consigue sobrevivir al entuerto de su corte, al ser o al no ser.

Hamlet, al ser o no ser, lo continúa con la pregunta: 

        –¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darles fin con atrevida resistencia?

A lo cual, parece evidente que el Quijote respondería con la lanza en ristre y el yelmo de membrique bien encajado en su testa: 
        –¡Adelante, Sancho, que solo son gigantes!

El sin par Don Quijote, fortalecido como ningún otro caballero por su vinculación al entorno y el ímpetu de su corazón, es decir, por su sentido de la justicia y su ilimitado deseo,  hubiera arengado así al dubitativo y enloquecido Hamlet.





Otros ha habido que mediada la locura han levantado el velo que impide ver la profundidad del ser. Antonin Artaud dijo (1): el arte no es la imitación de la vida; la vida es la imitación de un principio transcendental con el que el arte nos pone en comunicación. Si cambiamos arte por el ser, resulta que la frase ilumina bien las dimensiones humanas: El ser no es la imitación de la vida.; la vida es la imitación de un principio trascendental con el que el ser nos pone en comunicación.  

Por su parte el poeta de los poetas, Hölderlin, que vivió inmerso en la esquizofrenia, advirtió que la vastedad de la locura podía abrir la posibilidad de entender en hondura la verdad del ser humano. Quizá la locura sea solo una cuestión de grados que cuando se revela deja abierta una ventana que permite comprender las profundidades que en otras condiciones más normales son incognoscibles.


Ornamento final de la edición



1. La voz de la locura en Artaud, Hölderlin y el Quijote: Un enfoque hermenéutica. Ovidio de Leon. Rev Neuropsiquiatria 71(1-4), 2008 17

domingo, 24 de mayo de 2020

Mi Quijote islandés

Don Quixote de la Mancha

Es un único volumen de tamaño octavo mayor editado en Akureyri, ciudad al norte de la isla que roza el círculo polar ártico. Es un texto resumido por Leighton Barret, traducido por Maja Baldvins y con dibujos de Warren Chapell. 





La fecha de edición es de 1944, el año en que Islandia se independizó del reino de Dinamarca convirtiéndose en la actual República de Islandia. Cabe preguntarse qué hacía Don Quijote en esas latitudes en aquellos años. Con tanto frío, ¿qué se le había perdido en la oscuridad/claridad del ártico? La respuesta no puede ser unívoca. Por un lado, Islandia es la cuna de las sagas, las historias mitológicas milenarias del mundo escandinavo. De esta isla salieron los héroes que conquistaron Noruega, Suecia y Dinamarca. Sus hielos junto a sus cálidos terrenos volcánicos alumbraron una de las mitologías más fecundas, tanto como las de la familia del Olimpo. ¿Porqué en esos años se tradujo el Quijote al islandés de un texto resumido en inglés? Es una pregunta difícil de responder. Cabe pensar que el hecho de que Islandia, que se había declarado neutral en la Segunda Guerra Mundial, fuese ocupada por razones estratégicas por las fuerzas de EE. UU. debió tener algo que ver. Ahora bien, las razones últimas por las que el literato Barret, oriundo del Mississippi, y el dibujante Chapell, de Virginia, consiguieron hacerse con una traducción y publicar en el fin del mundo este libro me son totalmente desconocidas y creo que difícilmente se lleguen a saber a estas alturas.



A Borges, desde su tierna infancia, le gustaban las sagas islandesas. De mayor, pensaba de ellas que eran una de las fuentes literarias de mayor inspiración. De hecho, recitaba de memoria versos de éstas en islandés. Algo muy especial veía en ellas. De hecho, parece que están en la base de los orígenes del individualismo europeo (1). Es por esta razón por la que el tránsito del Quijote por esas tierras tiene un gran interés. Si la concreción como individuos tiene un pie en las sagas islandesas (2), el Quijote alumbra el carácter e identidad del personaje que es ficción, el que llega a confundirse con la realidad, sobre todo cuando el propio héroe interpela al autor y confunde el mundo del lector. A Borges le atraía como a nadie el mundo de la ficción (3). En este, en concreto, se unen los héroes de las sagas islandesas y el héroe manchego, todos en su universo “ficcionado”. ¿Qué más se puede esperar?

 1.  Aaron Gurevich: Los orígenes del individualismo europeo. Ed Critica, Barcelona 1997
 2.  Saga de los Volsungos. Traducción de J.E. Díaz Vera. Ed Gredos, Madrid 1998
 3.  Jorge Luis Borges: Ficciones. O.C. TII Círculo de Lectores. Barcelona, 1992
      El dibujo es de W. Chapell.

viernes, 22 de mayo de 2020

Mi Quijote noruego

Den skarpsindige adelsmand Don Quijote av La Mancha

Son dos tomos de gran formato, lomo de piel roja y tapas de cartón. Una combinación nada atrayente. En la página inicial una firma: V. Leitmann.  También un ex libris con otro nombre muestra que como mínimo fueron dos los propietarios. Entre sus hojas una fotografía de unos niños, probablemente apellidados Leitmann o Helmer. 

                                               

La edición(1) se hizo en Kristiania –la actual Oslo– en 1916 y 1918 en plena Primera Guerra Mundial en la que, junto a Suecia y Dinamarca, Noruega se mantuvo neutral. Compartir una misma raíz idiomática une en las adversidades mientras separa las variantes locales en busca de identidad propia. Hombres y mujeres distintos unidos por el mismo patrimonio de la lengua y deudor de los mismos antecedentes mitológicos.
Esta edición destaca por los numerosos grabados de Wilhelm Marstrand, pintor danés, unos pocos de Honoré Daumier y, sobre todo, por una reproducción del dibujo de Goya del álbum F (1813-1823) (2) grabado por Bracquemod, que se encuentra en la Biblioteca Nacional.


                   



Es un dibujo donde Don Quijote señala con su dedo las fantasías que le ocupan. No son fantasías de caballero andante, sino que lo son como las que podría tener cualquier paseante por los caminos que unen las separadas villas, de aquí para allá. Goya destaca, al tiempo que esconde a medias, la zancada de un orejudo sacerdote erecto y la mirada obscena, por debajo de las faldas, de la que podría ser la desvergonzada Altisidora. ¿Y si ‘El Quijote’ con todos sus dobles sentidos fuese un texto erótico? Quizá no haya que ir tan lejos, quizá es que describe la realidad de nuestros pensamientos tan subidos de tono y tan escondidos. ¿Qué sería si estuvieran en la superficie a la vista de todos? Miedo es poco, terror es lo que daría lugar este despellejamiento. De ahí la inmovilidad a la que nos vemos abocados. Por suerte, existen caballeros andantes que liberan las cadenas y hacen del deseo el estímulo para mezclar las fantasía con la realidad, un resultado siempre incierto. La sexualidad del Siglo de Oro, mostrada por las plumas de Quevedo, Lope de Vega y el mismo Cervantes (3), es una esfera de la existencia bien revuelta, donde la pasión y la lujuria se mezclan con astucias en situaciones cómicas y que, en no pocas ocasiones, originan consecuencias trágicas a las que con frecuencia los personajes se veían abocados. Claro, ahora en cierto sentido, es todo un poco más insulso, la tensión, el apuro de una caída en el abismo ha sido sustituida por la impronta de las imágenes, donde la pornografía aplana todo riesgo. El honor ya no juega en este partido; ha sido sustituido por el poder y los héroes y heroínas metrosexuales, pero también, en el otro extremo, por las drogas sexuales que mueven los cuerpos en equilibrios peligrosos al borde del precipicio del cráter del volcán. El riesgo es lo que mueve, sea a caballeros andantes, sea a galanes en busca de damiselas vírgenes o mujeres malcasadas, sea a los consumidores del sexo fármaco-dependiente del siglo XXI. Mientras, la saciedad es privilegio de algunos pocos.
Nunca se gana del todo…
                                                          
 Notas
1. Traducción de Magnus Gronvold y Nils Kjaer
2. Don Quijote en manos de Goya. Jesús Pérez-Magallón. CES.XVIII,26: 155-178
3. Amor y Sexo en el Siglo de Oro. Luciano López Gutiérrez. Abada Ed. Madrid 2019